En varias ocasiones durante el viaje, Slobad les hizo sortear unas plantas muy altas que crecían en matorrales. Eran esbeltas y de un brillante color plateado. Se mecían bajo el viento, creando un silbido espeluznante que perduraba en el aire a su alrededor. Al tercer día vio que una rata del Vacío corría hacia un grupo de aquellas hierbas, perseguida por un depredador de fuertes patas y orejas de metal puntiagudas. Glissa desenvainó la espada y aguardó.
La rata emergió al otro lado del cañaveral, pero entonces una ráfaga de viento cimbreó las plantas y empezaron a cantar. Los tallos se columpiaron delante y detrás y un aullido de dolor se sumó a su coro […]
-¿Qué son? -exclamó Glissa.
-Hierbas cuchilla –dijo Slobad-. Letales cuando hay viento.
Will McDermott, Las Lunas de Mírrodin.
Lowell se enamoró y enloqueció desde mi punto de vista por Marte. Cuando Schiaparelli abandonó la observación de Marte por problemas de visión, Lowell continuó con la investigación.
Lowell construyó su propio observatorio en Mars Hill, Arizona (curiosamente, unas tierras similares al paisaje marciano), lugar caracterizado por su buena visibilidad, lo que en astronomía se llama a una atmósfera estática.
Hacer unas observaciones de este estilo es complicado (más aun tratándose de telescopios del siglo XIX), son muchas horas delante de un telescopio y la visión se vuelve borrosa y difuminada, de manera que no se le puede dar valor alguno a la observación. En ocasiones la visión mejora, los detalles del astro pueden apreciarse momentáneamente y es el momento de anotar rápidamente todo lo que se ha visto dejando de lado la presunción y dejarse maravillar por las figuras de Marte.
Las anotaciones de Lowell estaban llenas de presunciones, de lo que creía ver, exactamente de aquella red de “canali”. Canales que iban desde los polos hasta el ecuador, una gran obra de ingeniería magistral de una civilización muy avanzada.
Will McDermott, Las Lunas de Mírrodin.
Es fácil imaginar tierras fantásticas saltando la barrera de la realidad terrestre donde es “inimaginable” la existencia de tierras de metal con vastas llanuras de “hierbas cuchilla” habitadas por seres compuestos de metales brillantes y perfectamente tallados. En cambio, yo siempre he imaginado como seria la vida en otros mundos. ¿Cuál es la composición atmosférica? ¿Cómo es el clima? ¿Cómo es su civilización o civilizaciones? ¿Cuál es su política? ¿Cuáles son sus religiones? ¿Cómo es su escala social? ¿Cuán avanzados están tecnológicamente? ¿Cómo son? ¿De qué se alimentan? ¿Necesitan agua?
Sea cual sea la respuesta a estas preguntas, las conclusiones serian asombrosas.
Sin embargo el estudio del Cosmos nos descubre mundos fantásticos e increíbles. Mundos que superan cualquier fantasía e imaginación. Grandes estrellas de diamante que dejarían perplejo al mayor magnate de estas joyas. Mundos vastos de metal resplandeciente y esbelto que refleja la luz de sus soles como si de otra estrella se tratara. Tierras rocosas con fuegos infernales y atmósferas de ácido sulfúrico, iguales o peores que los avernos relatados en ancestrales libros. Gigantescos mundos de llanuras heladas condenados a vagar durante toda la eternidad por la oscuridad cósmica a medida que se van desintegrando. Tierras fantásticas donde los volcanes llegan hasta el cielo y donde los acantilados llegan al mismísimo inframundo.
Este último lugar de volcanes inalcanzables y fisuras tan profundas, es el que llamamos los terrícolas “Marte”, dios de la guerra romano, aunque originalmente fue llamado “Ares”, dios de la guerra griego, renombrado por la conquista romana. Hoy en día es llamado el planeta rojo por su gran cantidad de óxido de hierro que le da ese color tan característico marciano.
En el planeta tierra siempre ha existido la gran cuestión que a tantos apasiona, otros ignoran y a tantos otros asusta. ¿Hay vida extraterrestre? En la sociedad contemporánea hemos puesto el nombre de “marcianos” a este tipo de vida extraterrestre e inteligente. ¿Tan equivocados estamos? ¿Existen esos seres catalogados como “marcianos”? Obviamente no tengo que explicar que un marciano proviene de Marte, un plutoniano de Plutón o un murciano de Murcia. La mayor parte de la popularidad de los marcianos y su fijación como prototipos de vida extraterrestre viene dada por las observaciones de Percival Lowell.
Percival Lowell era un bostoniano interesado por la astronomía, fue un rico diplomático en Corea. Realizó varios estudios sobre la naturaleza humana y planetaria, sobre la expansión del universo y predijo la existencia del planeta X al cual hoy en día llamamos Plutón, cuyas dos primeras letras son las iniciales de Percival Lowell.
Lowell se vio asombrado por la afirmación que hizo en 1877 un astrónomo italiano llamado Giovanni Schiaparelli declarando la existencia de “canali” en Marte, que significa “canales”. Observo una formación de figuras geométricas euclidianas muy parecidas a las de una ingeniería inteligente. Una red de canales dobles que iban desde los polos de Marte hasta las masas de civilización en necesidad de agua, o al menos eso creía Lowell.
Sea cual sea la respuesta a estas preguntas, las conclusiones serian asombrosas.
Sin embargo el estudio del Cosmos nos descubre mundos fantásticos e increíbles. Mundos que superan cualquier fantasía e imaginación. Grandes estrellas de diamante que dejarían perplejo al mayor magnate de estas joyas. Mundos vastos de metal resplandeciente y esbelto que refleja la luz de sus soles como si de otra estrella se tratara. Tierras rocosas con fuegos infernales y atmósferas de ácido sulfúrico, iguales o peores que los avernos relatados en ancestrales libros. Gigantescos mundos de llanuras heladas condenados a vagar durante toda la eternidad por la oscuridad cósmica a medida que se van desintegrando. Tierras fantásticas donde los volcanes llegan hasta el cielo y donde los acantilados llegan al mismísimo inframundo.
Este último lugar de volcanes inalcanzables y fisuras tan profundas, es el que llamamos los terrícolas “Marte”, dios de la guerra romano, aunque originalmente fue llamado “Ares”, dios de la guerra griego, renombrado por la conquista romana. Hoy en día es llamado el planeta rojo por su gran cantidad de óxido de hierro que le da ese color tan característico marciano.
En el planeta tierra siempre ha existido la gran cuestión que a tantos apasiona, otros ignoran y a tantos otros asusta. ¿Hay vida extraterrestre? En la sociedad contemporánea hemos puesto el nombre de “marcianos” a este tipo de vida extraterrestre e inteligente. ¿Tan equivocados estamos? ¿Existen esos seres catalogados como “marcianos”? Obviamente no tengo que explicar que un marciano proviene de Marte, un plutoniano de Plutón o un murciano de Murcia. La mayor parte de la popularidad de los marcianos y su fijación como prototipos de vida extraterrestre viene dada por las observaciones de Percival Lowell.
Percival Lowell (1855-1916) |
Percival Lowell era un bostoniano interesado por la astronomía, fue un rico diplomático en Corea. Realizó varios estudios sobre la naturaleza humana y planetaria, sobre la expansión del universo y predijo la existencia del planeta X al cual hoy en día llamamos Plutón, cuyas dos primeras letras son las iniciales de Percival Lowell.
Lowell se vio asombrado por la afirmación que hizo en 1877 un astrónomo italiano llamado Giovanni Schiaparelli declarando la existencia de “canali” en Marte, que significa “canales”. Observo una formación de figuras geométricas euclidianas muy parecidas a las de una ingeniería inteligente. Una red de canales dobles que iban desde los polos de Marte hasta las masas de civilización en necesidad de agua, o al menos eso creía Lowell.
Dibujos de Giovanni Schiaparelli de la superficie marciana. |
Lowell se enamoró y enloqueció desde mi punto de vista por Marte. Cuando Schiaparelli abandonó la observación de Marte por problemas de visión, Lowell continuó con la investigación.
Lowell construyó su propio observatorio en Mars Hill, Arizona (curiosamente, unas tierras similares al paisaje marciano), lugar caracterizado por su buena visibilidad, lo que en astronomía se llama a una atmósfera estática.
Hacer unas observaciones de este estilo es complicado (más aun tratándose de telescopios del siglo XIX), son muchas horas delante de un telescopio y la visión se vuelve borrosa y difuminada, de manera que no se le puede dar valor alguno a la observación. En ocasiones la visión mejora, los detalles del astro pueden apreciarse momentáneamente y es el momento de anotar rápidamente todo lo que se ha visto dejando de lado la presunción y dejarse maravillar por las figuras de Marte.
Las anotaciones de Lowell estaban llenas de presunciones, de lo que creía ver, exactamente de aquella red de “canali”. Canales que iban desde los polos hasta el ecuador, una gran obra de ingeniería magistral de una civilización muy avanzada.
Dibujos de Percival Lowell de la superficie de Marte. |
¿Cómo sería la vida de los habitantes de ese Marte de ingenieros tan avanzados? ¿Tan avanzada e impensable es la idea de conducir el agua mediante esta intrincada red de canales? Como sería entonces su sistema social, la “política del agua”… Como serian las lluvias, que hasta hace poco eran inexistentes para el ojo humano hasta el reciente descubrimiento del ciclo hidrológico marciano. ¿Cómo serian sus ciudades? ¿Obras magistrales de arquitectura? Pienso en ese conocido planeta de bandidos y comerciantes de chatarra de la saga “Star Wars”, Tatooine. Muy parecido a Marte en todo su esplendor, con sus áridas llanuras, rocosas montañas, y lo más curioso, unos habitantes sedientos y revolucionados en necesidad de “canalí”, habitantes que viven y mueren para servir a un “rico” amo o un simple chatarrero, comerciantes y viajeros en los grandes puertos interestelares, peligrosos desiertos llenos de asaltantes y criaturas autóctonas. Sin duda, muy parecido al Marte de Lowell pero con una diferencia notable, su forma de extraer el agua no tenía nada que ver con los canales.
Un día de carrera en la superficie de Tatooine. |
En 1907, el codescubridor de la selección natural Alfred Russell Wallace fue encargado de comentar uno de los libros de Lowell. Wallace fue ingeniero en su juventud y afirmaba que Marte era inhabitable. Lowell creía que las temperaturas eran frescas y suaves, pero se demostró que las temperaturas rondaban los cero grados. El aire tenía muchos más componentes que los que creía Lowell y además Wallace afirmó:
“Cualquier intento de transportar este escaso excedente (de agua) por medio de canales de gravedad hasta el ecuador y el hemisferio opuesto, a través de regiones desérticas terribles y expuesta a cielos tan despejados como los que describe el señor Lowell, tendría que ser obra de un equipo de locos y no de seres inteligentes. Puede afirmarse con seguridad que ni una gota de agua escaparía a la evaporación o a la filtración a menos de cien millas de su lugar de procedencia.”
Marte no tenía lugar para la ingeniería hidráulica, ni para unos sedientos habitantes, ni siquiera para unos pocos microorganismos. Era un planeta desierto y sin vida.
Sin embargo en aquella época de maravillas de la ingeniería, entre ellas grandes canales como el canal de Panamá o el de Corinto, esta idea tuvo gran aceptación. Como dice Carl Sagan, si los humanos pueden hacer estas obras, ¿Por qué no los marcianos? Obviamente una especie más sabia y antigua sabría trabajar con este tipo de ingeniería.
Hoy en día tenemos satélites orbitando Marte, robots explorando la superficie. Casi toda la superficie ha sido cartografiada e incluso está disponible en “Google Earth”. Cualquier persona curiosa puede ver una imagen que Lowell jamás habría imaginado y sin necesidad de ningún telescopio. Lo curioso es que no hay ningún rastro de “canali” en Marte, ni un solo afluente que se parezca mínimamente a un canal y mucho menos que cruce el planeta. Lowell estaba equivocado, sin embargo el creía fervientemente en sus afirmaciones y estaba claro, por lo que sus anotaciones reflejaban, que veía algo. Incluso otros astrónomos dibujaban los mismos mapas de Lowell sin haberlos visto nunca, año tras año. Indudablemente había algo, pero, ¿qué podría ser?
El Mariner 9, la primera nave en orbitar Marte, divisó en la superficie del planeta rayas y manchas que varían con el tiempo debido al polvo que arrastran los vientos estacionales, sin embargo, siguen sin tener ningún parecido a los canales de Lowell y además estas manchas no son tan grandes como para verlas desde la Tierra.
Se podría decir que la única respuesta a los canales de Lowell es el mal funcionamiento de la combinación mano/cerebro/ojo en unas condiciones de visión telescópica difíciles. Para encontrar vida inteligente detrás de un telescopio, primero debemos barajar en que lado del telescopio se halla la inteligencia. No quiero decir que Percival Lowell no fuera inteligente, si no que, su presunción le engañó y le hizo creer en lo que vio. En la ciencia, uno debe barajar todas las posibilidades, cualquier tipo de variables, cuestionarse cualquier tipo de pregunta e imaginar en el “que” y “como”, abriendo las puertas de la imaginación y posibilidades, de lo imposible e irreal, pero sin embargo, todo esto sin abandonar la racionalidad y lo conocido, sin dejarse llevar ni por la imaginación ni por la racionalidad.
Por suerte o por desgracia no hay “canali” en Marte, pero hay un mundo lleno de misterios deseando ser descubiertos, zonas marcianas por explorar, vida por encontrar, y un extraño sentimiento en mi interior que dice que todavía queda cierto misterio y mucho que descubrir acerca de los canales de Marte. El mismo cosquilleo que siento al mirar hacia el cielo viene hacia mi al pensar en aquellos canales, pues creo que no habría nadie en el mundo más feliz que yo al saber que hay vida fuera de nuestro planeta, la existencia de otra civilización quizá más avanzada si consiguen una obra de ingeniería tan compleja y no sé si imposible para el ser humano terrestre.
Cualquier conclusión es asombrosa y desde luego nos queda mucho que descubrir sobre la oscuridad infinita del universo, las infinitas maravillas y las sorpresas que puede darnos el Cosmos pues yo creo que cualquier cosa puede ocurrir en este desconocido emplazamiento de la galaxia.
Nos adentramos cada día más gracias al envío de naves que son capaces de observar la existencia de planetas extrasolares en las estrellas de nuestra galaxia, como el satélite Kepler que orbita el Sol y a día de hoy ha encontrado más de mil planetas. Es otro gran paso para la humanidad, por el cual muchos sienten indiferencia o son ignorantes de la noticia, sin embargo, conocer el Cosmos significa conocerse a uno mismo y además somos un medio de que el mismo Cosmos se conozca, si ignoramos su existencia, nos ignoramos a nosotros mismos. El descubrimiento de planetas abre otra puerta hacia el conocimiento del universo, me pregunto, ¿Cuál será la siguiente puerta?
Se podría decir que la única respuesta a los canales de Lowell es el mal funcionamiento de la combinación mano/cerebro/ojo en unas condiciones de visión telescópica difíciles. Para encontrar vida inteligente detrás de un telescopio, primero debemos barajar en que lado del telescopio se halla la inteligencia. No quiero decir que Percival Lowell no fuera inteligente, si no que, su presunción le engañó y le hizo creer en lo que vio. En la ciencia, uno debe barajar todas las posibilidades, cualquier tipo de variables, cuestionarse cualquier tipo de pregunta e imaginar en el “que” y “como”, abriendo las puertas de la imaginación y posibilidades, de lo imposible e irreal, pero sin embargo, todo esto sin abandonar la racionalidad y lo conocido, sin dejarse llevar ni por la imaginación ni por la racionalidad.
Por suerte o por desgracia no hay “canali” en Marte, pero hay un mundo lleno de misterios deseando ser descubiertos, zonas marcianas por explorar, vida por encontrar, y un extraño sentimiento en mi interior que dice que todavía queda cierto misterio y mucho que descubrir acerca de los canales de Marte. El mismo cosquilleo que siento al mirar hacia el cielo viene hacia mi al pensar en aquellos canales, pues creo que no habría nadie en el mundo más feliz que yo al saber que hay vida fuera de nuestro planeta, la existencia de otra civilización quizá más avanzada si consiguen una obra de ingeniería tan compleja y no sé si imposible para el ser humano terrestre.
Cualquier conclusión es asombrosa y desde luego nos queda mucho que descubrir sobre la oscuridad infinita del universo, las infinitas maravillas y las sorpresas que puede darnos el Cosmos pues yo creo que cualquier cosa puede ocurrir en este desconocido emplazamiento de la galaxia.
Nos adentramos cada día más gracias al envío de naves que son capaces de observar la existencia de planetas extrasolares en las estrellas de nuestra galaxia, como el satélite Kepler que orbita el Sol y a día de hoy ha encontrado más de mil planetas. Es otro gran paso para la humanidad, por el cual muchos sienten indiferencia o son ignorantes de la noticia, sin embargo, conocer el Cosmos significa conocerse a uno mismo y además somos un medio de que el mismo Cosmos se conozca, si ignoramos su existencia, nos ignoramos a nosotros mismos. El descubrimiento de planetas abre otra puerta hacia el conocimiento del universo, me pregunto, ¿Cuál será la siguiente puerta?
1,235 planetas vistos por el satélite Kepler. |
De momento podemos quedarnos con la existencia de más sistemas planetarios, lo que confirma a mi parecer el hecho de que haya vida fuera de este planeta. Y con esto, la esperanza de saber que no viajamos solos en este inmenso mar de estrellas, pues el ser humano necesita ayuda para continuar o la autodestrucción llegará pronto. Solo espero no ser arrasado por un mar radioactivo, aunque la idea también es un poco sugerente.
Fuck Yeah Alex... ya era hora!
ResponderEliminarMe ha gustado la comparación con tatooine :P
Espero a la siguiente entrega de misterios del cosmos :D
Una comparación simple pero interesante (dentro de lo que cabe).
ResponderEliminar¡A ver cuanto tardo esta vez! >_<